viernes, 7 de junio de 2013

CRÓNICA

¿Quién no recuerda a  tía Carola en El Limón?
Por: Carmen Guevara C.

Era el primer día de la novena  de Don Bosco, el santo patrono del  El Limón,  ya se escucha el sonar de la vieja campana que cuelga del árbol de Panamá:  Son las cinco, de una tarde calurosa del mes de enero,  pero tía Carola,  la pintoresca dama de la comunidad,  ya no la hace vibrar,  con su toque característico.  Los  años  recorridos  la encaminaron al asilo Santa Isabel de la ciudad de Santiago,  y por cosas del destino, la ingratitud y el olvido,  retorna a su querido pueblo, pero ya sin aliento, en una caja de madera,  sin poder  oír el repicar del metal, que incontables veces acarició.
Los antepasados de esta pequeña  comunidad  relatan,   que su nombre nace de un gran árbol de  limón, que daba muchos frutos todo el año  y la veneración a la imagen de San Juan Bosco, nace de las manos  del  maestro   Chin Carrizo, educador y artista del poblado de Ocú, quien le dio forma a un tronco de madera, que se encontraba en el portal de una humilde vivienda de quincha de  un parroquiano del lugar. 
El  poblado de 500 habitantes  de  calles angostas y polvorientas,  en los años ochenta, en  la temporada  seca,  los caminos eran malos, los pies de los transeúntes  se iban al vacio en lodo y  polvo,  en muchas  ocasiones los bueyes y las carretas quedaron atrapadas bajo un temporal de lluvia,  con los cargamentos de maíz, ñame, yuca y las manotadas de arroz, recién cortadas por los agricultores. Los traían para el sustento diario de la familia  y en ocasiones daba también para vender unas latas de arroz o de maíz, para poder comprar la manteca, la carne, el peje seco y no dejar por fuera  la hoja de tabaco, para fumar en pipa,  que se podía encontrar,  en la tienda de Emilio Castillo.  Estas historias  las contaban  nuestros abuelos,   a una generación que hoy pasa de las cuatro décadas. 
 Los años pasan y solo quedan añorados recuerdos,  había un refrán en el lugar  “que el niño que no recogió  cagajón, no se puede llamar limonceño”  ¿por qué razón?    Allí hace   más de 100 años se confeccionaban los ladrillos y las  tejas, para la construcción de hogares económicos y tolerables a las altas temperaturas del área de Azuero,  pero uno de los materiales  que lleva su elaboración a parte de la tierra y agua,  es el estiércol del caballo.
La inocencia  y  la actitud de los niños de ese pueblo,   era trabajar durante las vacaciones de fin de año,  de diciembre a abril, los encontrabas en el tejal:  canteando ladrillo (quitar los bordes del producto,  después de varios días bajo un intenso sol)   también se reunían  en grupos  de cinco chiquillos. El  objetivo ir  por horas  a los potreros,  en busca del estiércol del animal;  cada lata del preciado tesoro, representaba para sus pequeños  bolsillo cinco centavos, frente a cada casa había un cerro de esta material  orgánico, era una forma de ayudar a  sus padres, para comprar  zapatos y uniformes nuevos, cuando iniciará el año escolar, y también  se cercaba  la Feria de San Sebastián en Ocú,  el anhelo de muchos de ellos: montar  los caballitos de los juegos mecánicos, comer un algodón de azúcar,  un helado en  conito o un  raspao,  con leche condesada y sirope rojo.
Esa feria era unas de las preferidas de tía Carola,  aliñada con su pantalón pata de elefante, color verde caña, moda de unos 10 años atrás, un  sweater de manga larga a rallas a juego, hacia pensar que era obsequio de alguna sobrina.  A la orilla de la calle, esperaba la chiva que la transportaría junto a  los  niños a la feria. 
La pequeña  figura de la  tía, una mujer con las características físicas de descendientes  españoles,  mostraba un par de ojos azules cansados y las arrugas de sus ochenta años acuestas, de haber pasado  mucha penuria y necesidad.  La vida le jugó una mala pasada, una viudez muy joven, sin riquezas,  ausencia de hijos y con un  desorden  mental, no atendido en su momento,  que le hacía ver  cosas donde no existían, lo que hizo reír a más de uno por sus incoherencias  y preocuparse del avance de su enfermedad.
Las  ocurrencias  de tía Carola,  eran motivo de chiste para  sus familiares y  extraños, estos  desajustes de su personalidad, no le quitaban los méritos de ser una persona servicial , dedicar   la mayor parte de su  tiempo  asistir  a cuantas  misas y  rezos se dieran en la comunidad,  hasta llegar en ocasiones  ha mudarse  por nueve días a casa de un vecino,  por la muerte de un familiar, con la sola intensión de ayudar en los oficios domésticos, buscar flores para el altar y preparar el   café que se serviría durante el velorio.  
Una anécdota que  dejó, en  cierta ocasión se dio una gran sequía, era el mes de mayo,  no había señales de lluvia, se organizó  entre los feligreses sacar al patrono San Juan Bosco, pidiendo la intercesión del Altísimo,  toda una tarde de oración, a la salida del templo, el cielo estaba encapotado   de negro,  había señales de una gran tormenta y unos relámpagos iluminaron el firmamento, y fue el momento que dijo tía Carola, “ya viene la hijo de puta agua”  y se escucharon las carcajadas y le dicen las compañeras:  “Carola, usted no estaba rezando para que viniera el agua, para  las siembras y los animales en los potreros” y ella se mantuvo en silencio.
También durante la celebración de la misa dominical, el sacerdote pedía a los asistentes que hicieran sus intensiones, no era de extrañar que “tiaca” como le decían sus sobrinos, se levantará de su asiento y solicita “ señor darle la salud a  los enfermos, el pan para los pobres,  la bendición para las personas  que tienen   empleo y  los que no dale uno pronto , por los jóvenes y sus estudios”  y al final de  sus intenciones, causaba la risa disimulada y la extrañeza del párroco   “señor te pido por los presos que se encuentran en las cárceles, si  no son culpables que salgan pronto y los que son culpables,  que se hundan allí, por los matrimonios y por todas esas mujeres que le quitan el marido a las otras…”
En ocasión de la primera Semana de Cuaresma,  es tradición de los pueblos cercanos a la provincia de Veraguas ir en romería hacia La Atalaya, a ver al Nazareno,   caminata de seis horas, que se hacía de  El Limón, la señora  se encaminaba al lugar de la peregrinación  desde el día  viernes,  en su hombro llevaba  una mochila pesada con naranja y otra con ropa para tres días.  Lo cómico  era  el trayecto,  las cargas eran muy pesadas, causaba la pena de los acompañantes,   al final son ellos quienes terminarían llevándolas,  su ilusión era,  escuchar  cada hora  la misa y  el domingo de Cuaresma,   esperar en el parque del lugar, la gran celebración de la misa y escuchar la bendición  del obispo.
Para ella su familia era algo especial, los días sin poder verlos era un pesar, aunque sólo recibiera  de ellos desprecios  y malos tratos,  cada mañana religiosamente iba ver a sus hermanos Lino,  Jacinto, Rito y  Cayetano,  los dos primeros de ellos de condiciones igual al de ella, sin recursos económicos,  a diferencia de los dos últimos había acumulados algunos bienes.  Rito,  vivía relativamente cerca de ella, tenía terreno, ganado y una pequeña  abarrotería,  de vez en cuando  la ayudaba  con algunos víveres´: arroz, café, sal o aceite,  pero la mayoría de las veces, era ella quien pagaba con sus pocos centavos,  para llevarlos a casa.
 Cayetano,  un  hermano orgulloso  e  engreído,  gozaba de una mejor  condición económica, , algunos de sus hijos eran profesionales y otros había surgido de sus trabajos propios,  esto lo  hacía sentir que tenía cierto estatus en el pueblo y su hermana  Carola, era una persona inferior para él, nunca fue aceptada  en el circulo familiar con cariño y respeto,  para ellos, era solo la tía loca.
A la muerte de su hermano Cayetano, su sobrino e ahijado Toño,  la recluye  hasta sus últimos días en el asilo, de allí nunca más el pueblo pudo verla encendiendo las velas de la mesa del altar, escuchando su voz cuando era la última en terminar el Ave María del  rosario  …nuestra muerte Amén; caminar encorvada,  rutina diaria de cada mañana, o tocar la campana con dos piedras, para llamar a la comunidad a los eventos religiosos…   en el Panteón de El Limón,  descansa el alma de quien en vida se llamó Carolina González.     

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